El sentido del olfato nos transporta a sensaciones y experiencias gracias a la percepción de olores. Tod@s tenemos olores que identificamos como agradables porque en la mayoría de los casos nos evocan un lugar, un momento, una persona o una situación que nos marcó de alguna forma.
Déjà vu (en francés ‘ya visto antes’) es un tipo de paramnesia del reconocimiento (en contraposición a las paramnesias del recuerdo) de alguna experiencia que sentimos como si se hubiera vivido previamente. (Wikipedia)
Olores que evocan la infancia como el olor a libro nuevo, a goma de borrar, a otoño e inicio del cole… Pasados emocionales a los que accedemos gracias a un olor que despierta el resto de sensaciones, presencias, lugares o ambientes.
Según un estudio llevado a cabo en los años 90 en el “Monell Chemical Sciences Center” de Philadelphia, los bebés ya son receptivos al olor antes del nacimiento. A través de una amniocentesis se descubrió que la dieta de la madre se percibe también “en olores” a través del líquido amnitíotico, y que por lo tanto, el feto inicia su aprendizaje también en este aspecto de forma muy temprana.
El proceso de déjà vu comienza cuando el aire junto con las moléculas de olor entran a través de nuestras fosas nasales. Cada olor (compuesto por muchos componentes químicos distintos) es recogido por los receptores que mandan el impulso de su compuesto químico, y en el bulbo es donde toda la información se une para componer un olor, por ejemplo “olor a pan” u “olor a perfume”, y de ahí, pasa a nuestro cerebro y de esa manera somos conscientes del olor almacenándolo para próximas ocasiones o para relacionarlo con situaciones, colores, formas, personas, objetos…
Nuestros estímulos químicos olfativos afectan de una manera muy significativa a nuestro estado emocional y anímico, así por ejemplo, ciertos olores con composiciones químicas específicas puede excitarnos sexualmente, otros ciertos olores los asociamos con aspectos negativos y pueden hacer que nos sintamos tristes o enfadados, o por el contrario, un buen olor puede estimular nuestro cerebro de tal manera que desencadene un torrente de emociones positivas y agradables.