El exponernos al sol es beneficioso para nuestro organismo, ya que estimula la síntesis de vitamina D, favorece la circulación y colabora en la mejora de algunas enfermedades de la piel. Ahora bien, tenemos que tener mucho “cuidadín” con el sol, ya que más allá de las visibles quemaduras (esas que se quedan en un “no me toques los hombros que los tengo achicharrados”), puede causar graves efectos en nuestra piel.
Quizás, las nuevas generaciones de veinte o treintañeros/as, ya estén más concienciadas con los efectos dañinos del sol en la piel. Pero sigue existiendo mucho desconocimiento, o al menos pasotismo, en torno a los daños y quemadura en la piel, a pesar de que escuchamos a especialistas a diario decir “la piel tiene memoria” y las continuas quemaduras a lo largo de los años pueden provocar un cáncer de piel de mayores.
Por ello, hoy mencionamos un ingrediente natural cuyos beneficios incluyen la hidratación y protección solar. Hablamos del aceite de oliva.
Si pensamos en aquello que buscamos cuando vamos a comprar un protector, diríamos que principalmente miramos el FPS (factor de protección solar), pero indudablemente también deberíamos tener otros factores en cuenta como el que no incluya demasiados químicos o componentes tipo parabenos y ftalatos. En este caso, tener en cuenta que son mucho más saludables los filtros biológicos, como aceite de karité o aceite de oliva, que aunque no garantizan la misma protección, sí pueden usarse para exposiciones cortas, y con mayor frecuencia.
La idea es poder disfrutar del sol, protegiéndonos bien y sabiendo cuidar nuestra piel antes y después de exponerla al típico “solazo” de la playa. Para ello, existen bastantes recomendaciones, pero os dejamos por aquí algunas que resumen lo más importante:
- Ir exponiendo la piel previamente y poco a poco, antes de irnos a la playa. Tened en cuenta que, el cambio de la exposición del invierno al verano, puede ser demasiado brusca. Para ello, paseos “para que nos dé el aire”, piscinita y terracitas veraniegas.
- Usar cremas con factores de protección elevados al principio, para evitar quemaduras y erupciones cutáneas derivadas de los efectos primarios que pueda causar el sol.
Una vez estemos bastante bronceados y nuestra piel esté habituada a la exposición al sol, ya podríamos usar la crema o aceite bronceador (siempre con factor de protección) sin que suframos quemaduras innecesarias. Aquí también conoceréis los típicos casos de “no pasa nada, yo me echo aceite que ya estoy moreno”. Y al acabar el día, quemaduras o ampollas invadiendo ciertas partes de la piel. Por eso, es muy importante que uséis estos aceites o cremas bronceadoras siempre que estéis seguros de que vuestra piel ya está preparada y suficientemente bronceada. Además, existen cremas bronceadoras con factor de protección a base de aceite de oliva, que actúan como gran hidratante para la piel.
A posteriori y una vez dejemos de tomar sol, es tan importante como la protección previa, el hidratarnos con cremas específicas que reparen e hidraten nuestra piel tras exponerla. Para ello, os proponemos el set de productos elaborados a base de aceite de oliva: tanto el gel para la ducha post-playera, como la crema o leche corporal con la que nos hidrataremos después.
Como dirían nuestras abuelas, “no hay necesidad de sufrir sin motivo”, así que aplicando estos consejitos y siendo precavidos con el sol, volveréis morenísimos/as y con la piel sana y muy bien cuidada para afrontar un nuevo y duro invierno.
Fuente: www.directodelolivar.com